Estimados amigos/as y compañeros/as :
«Sólo entre todos, sabemos todo»
Educación, una construcción colectiva
Los sistemas educativos en América y Europa están en crisis, no logran cumplir con sus objetivos de educar a las nuevas generaciones, y se abren procesos de reformas, intercambios y debates buscando soluciones. Vivimos una época de cambios culturales profundos y globales, empujados por una economía de mercado que impone sus reglas en todas las actividades humanas, con un sistema político desdibujado en su rol mediador y orientador de las sociedades y un Estado poco efectivo para generar nuevas políticas educativas.
La educación del presente ha dejado de ser atractiva e interesante para un alto porcentaje de alumnos, y no debería sorprendernos cuando niños y adolescentes, mostrando su escepticismo y aburrimiento, preguntan ¿para qué estudiar?, ¿para qué sirve lo que me obligan a aprender de memoria? O cuando los jóvenes sin proyectos de vida preguntan ¿para qué trabajar? Esos niños y adolescentes que hoy identificamos por su ‘discontinuidad educativa’ o ‘desinterés por el trabajo’ serán adultos en pocos años. ¿Qué opciones les ofrecemos?¿Serán los ciudadanos de segunda?
Interrogantes
El sistema educativo se ha quedado enredado en tecnicismos, ideologías, dogmatismos, rigideces, aunque todos sus actores coinciden en la necesidad de cambios. Se impone la idea de generar un ‘pacto educativo’, sin saber muy bien lo que esto implica. ¿Qué se está poniendo en juego? ¿Se espera un pacto entre partidos políticos o un acuerdo que involucre a la sociedad en su conjunto? Pero, ¿Cuáles son las ideas en juego? ¿Cuál es en esencia la nueva propuesta educativa? ¿Desde cuál paradigma? ¿Qué lugar ocupan las nuevas tecnologías? ¿Qué ser humano queremos educar, con qué valores? ¿La nueva educación será regida por la ley del mercado o por la ley de la vida? ¿Por qué nos molesta tanto que los adolescentes y jóvenes no sepan de dónde vienen, ni adónde van y que su conducta indique confusión y desasosiego frente al ‘quién soy’ identitario? ¿Son ellos responsables de la sociedad que heredaron de sus padres y abuelos? ¿Son responsables de que la educación haya quedado prisionera en su rigidez y su insensibilidad, en su formato aúlico y académico? ¿Cómo será la educación con prioridad en las nuevas tecnologías?
La educación y la ley del mercado
Aunque suene radical y antipático decirlo, el mercado gobierna la vida cotidiana de todos los ciudadanos sin excepción. Define los margenes y las condiciones para los gobiernos políticos y las relaciones internacionales de todas las sociedades. Es impersonal, globalizador, amoral y no le resiste ninguna frontera. Quienes siguen sus leyes y mandatos obtienen ganancias, intervienen en los juegos de poder y estrategias de control. El mercado funciona como el amo y señor del mundo, el dios implacable que gobierna la humanidad. Su energía esencial es el dinero, en sus diferentes formas. ¿Cómo y para qué usamos esa energía dinero en nuestras vidas?
Todos los seres humanos nacemos para ser felices. Es un mandato, un sueño común de la Humanidad. Pero, lo cierto es que la mayoría de personas, en la mayor parte de su vida, no logra ese objetivo. Aceptamos pasivamente la ley del mercado, compartimos una cultura del consumo, asociando felicidad con riqueza material. Todos soñamos con ser millonarios. ¿Cómo resistir la tentación del mercado con su maravillosa oferta de consumos y placeres?
Hoy se produce lo suficiente para alimentar, vestir, cuidar, educar a los 7.000 millones de habitantes del planeta. Nunca antes se habían acumulado tantas riquezas y a la vez nunca antes existió este enorme despilfarro de recursos que caracteriza al mundo actual regido por las leyes del mercado. En consecuencia, millones viven en la miseria y enfermos, y mueren de hambre y violencia, ante la indiferencia de los que comen y tienen más de lo que necesitan. Sin embargo, todas las sociedades aceptan sus reglas y han transformado a la educación en una mercancía más, que también se globaliza y se vuelve funcional al mercado. En consecuencia, todos deben aprender lo mismo, ser evaluados por el mismo dispositivo, y el ideal es estar aptos para trabajar en cualquier parte del mundo. ¿Universalidad del acceso a la educación o imposición de un modelo regido por el mercado?
Un molde único
¿Por qué la prioridad del sistema educativo es preparar a todos sus alumnos para la tan preciada ‘excelencia’, que en definitiva sólo alcanzarán unos pocos? ¿Por qué se les somete a las mismas exigencias, los mismos contenidos e indicadores de evaluación? ¿Por qué todos deben rendir culto al éxito, aspirar al triunfo, esperar la recompensa, buscar la seguridad, luchar por el poder, la gloria, la ascensión social, la posesión y el consumo? ¿El fracaso escolar es también funcional al mercado? ¿Cuánto falta para que el mercado imponga un formato basado en las nuevas tecnologías y la cibernética sea el eje central de la propuesta educativa?
¿Educamos para que cada individuo logre pensar en forma libre, independiente, resolver los problemas concretos de la vida? ¿Le damos herramientas para lograr el ‘buen vivir’ y la felicidad? ¿Educamos para enfrentar la incertidumbre, aprender de los errores, navegar en el exceso de información y conocimientos, identificar el conocimiento pertinente, potenciar la comprensión humana? ¿Educamos para la paz y la fraternidad o seguimos educando para la guerra y la violencia?
Educar la complejidad
Acorde con esas leyes del mercado, la educación no potencia en los estudiantes la mirada que abarca un horizonte amplio, que permite mirar críticamente “lo que está cerca, como lo que está lejos”, indagar la complejidad y la totalidad de la vida. Se educa para una ‘especialidad profesional’, pero sobretodo, se educa en cultivar el ego, el narcisismo cultural, el individualismo, la competitividad, la lucha por el poder, el consumismo, el tener cosas materiales. Se privilegia y se premia el desarrollo del plano intelectual o mental, en detrimento de una educación más integral que considere y potencie en cada individuo sus diversos planos, físico, emocional, mental y espiritual.
Es muy importante contar con recursos humanos bien preparados intelectualmente para desarrollar la producción económica, la participación política y otras actividades sociales. Pero lo humano es mucho más que eso, y en los hechos hoy se recortan y cercenan posibilidades de desarrollo personal en campos amplios y diversos como el deportivo, el artístico-cultural, el social comunitario, el emocional, el espiritual. Lo discutible, y condenable éticamente, es que desde esta visión reductora de la complejidad humana, todo sea regido por la inexorable y omnipotente ley del mercado.
¿Qué humanidad construimos?
¡La educación es un derecho humano!, dicen. Pero ¿qué derecho a la educación tiene quien ya abandonó los estudios y no puede pagar opciones privadas? ¿Por qué dejó de participar? ¿Cómo se debería asegurar el derecho a la educación? ¿Quién define la pertinencia y calidad de los contenidos educativos en los diversos niveles del sistema? ¿Quién define cuáles son los conocimientos pertinentes, esenciales, imprescindibles para vivir en dignidad y ser parte de la sociedad? ¿Desde cuál paradigma? ¿Para qué sociedad educamos? ¿Qué humanidad estamos contribuyendo a generar? ¿Cuál es la responsabilidad concreta de las autoridades de la educación pública, los comunicadores, los empresarios, los dirigentes políticos y sindicales? ¿Y cuál la responsabilidad de la familia?
La educación para la vida
La convivencia en equidad, la paz digna y duradera en la Tierra, no es posible desde la ley de mercado, no se puede construir con gente desesperada por un empleo, ambiciosos del poder, eufóricos del consumo, fanáticos de la guerra, esclavos del miedo o de la miseria. Todos, sin excepción, tenemos derecho a crecer como seres humanos conscientes y comprensivos, capaces de aprender y obrar con amor, a beneficiar de las condiciones necesarias para integrarnos en armonía y participar en la construcción de nuestra comunidad local y planetaria. Conocerse, y comprenderse a si mismo, es la clave para que nuestra inteligencia cumpla con la finalidad de descubrir lo esencial de la vida. Todos necesitamos descubrir, vivenciar, integrar, valores universales, auténticos y perdurables, no el discurso teórico y ajeno sobre ellos.
Es posible una educación que valore las vivencias cotidianas, la creatividad y la innovación, la alegría y buen humor. Es posible una educación que brinde oportunidades para desarrollar y potenciar en todos sus estudiantes la capacidad de resolver problemas concretos y cotidianos. Que brinde condiciones efectivas y accesibles para que cada individuo logre conocerse a sí mismo como un ser integral, único y complejo, cultivando en equilibrio los planos físico, emocional, mental y espiritual. Es posible aprender a vivir en libertad, Es posible practicar el “buen vivir” de los pueblos americanos, la tolerancia, la equidad, la igualdad, la solidaridad, la justicia, la no violencia, la ayuda mutua, la fraternidad. Es posible potenciar la capacidad de pensar la vida, comprender su significado como una totalidad integrada. La educación para vida es posible aquí y ahora.
Soc. Luis Guirin
Trabaja en ‘Vida y Educación’, Uruguay
20 de octubre 2012