130528 – Para leer «Educación: Cambios en la crisis», de Luis Guirín

La crisis global, filosófica, metodológica, organizacional, de los sistemas educativos en buena parte del mundo muestra que estamos en una encrucijada  civilizatoria. La vía de las reformas educativas parece estar agotada y la crítica, el caos y el desconcierto se instalan en nuestras sociedades. Sin embargo, por muchos lados también surgen ideas y experiencias promovidas por educadores que apuestan concientemente por una educación centrada en el ser humano, una educación para la vida y la alegría.

Los sistemas educativos son organizaciones vivas que persisten en sobrevivir y necesariamente se han vuelto conservadores, resistentes a los cambios. Históricamente han sido base y palanca de desarrollo de la economía capitalista y de los sistemas democráticos y constituyen un eje medular de las sociedades modernas. Siguen siendo ‘imprescindibles’, a pesar que hoy están dominados por la ley del mercado y se han anclado en la ‘gestión por resultados’, y eso termina generando exigencias como si las escuelas fueran una fábrica. Todos los actores políticos y de la sociedad civil le reclaman con nostalgia los mismos resultados de antaño, que obviamente ya no son posibles.  Esto provoca cada vez más exigencias y limitaciones para alumnos y docentes en una dinámica de enseñanza ya perimida que asigna prioridad a la memoria sobre la solución de situaciones y problemas, a la historia antes que al aquí y ahora, al conocimiento mental frente a las inteligencias múltiples, la disciplina autoritaria frente al diálogo y la comunicación creativa. Sigue siendo una enseñanza del siglo XIX que no se plantea por finalidad el equilibrio entre aspectos esenciales de cada individuo, por el contrario, masifica y uniformiza usando un mismo formato educativo para todos. Esta es una de las claves donde se requieren cambios en la esencia misma de la acción educativa.

La educación actual no garantiza igualdad de oportunidades para todos. No debería ser una mercancía, un negocio -como lo es hoy-, donde se discrimina por la disponibilidad de recursos de las familias y sólo algunos tienen oportunidades de acceder a ciertos aprendizajes y actividades complementarias. Si bien existen leyes de educación que promueven la democratización y la equidad -en el papel-, la ley del mercado no garantiza una educación equitativa para todos, reproduce y agudiza socialmente las diferencias de clases, discrimina brindando a un sector social muchas oportunidades y pocas al resto. ¿Quién es responsable que existan adolescentes y jóvenes que no estudian ni trabajan en nuestras sociedades?

¿Qué hacer con los descarriados?

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