110123 – Prensa, La República – Vigencia de Perico Pérez Aguirre

Luis Pérez Aguirre fue –y sigue siéndolo– una de esas figuras que concitan la admiración y el cariño unánimes de los uruguayos. Puede decirse que es un referente ineludible para todos aquellos que nos conmovemos y nos rebelamos frente a la injusticia; pero Perico predicó con el ejemplo, llevando a la práctica su compromiso con los postergados.
Mañana, martes 25, se cumplen diez años de su muerte, ocurrida en el balneario Costa Azul en 2001. Con tal motivo, la Red de Amigos de Luis Pérez Aguirre ha organizado dos homenajes, uno en los alrededores del Obelisco a las 10.30, y otro a las 20.00, en la plaza de Costa Azul, de lo cual ya hemos informado.
Perico fue una figura excepcional, uno de los imprescindibles según la categorización de Bertold Brecht. Un luchador incansable con un compromiso ético definitivo para con los menos privilegiados. Un hombre que dio siempre lo mejor de sí para las causas más nobles, con un espíritu de sacrificio y un coraje admirables.
Recordemos que en plena dictadura y en los momentos de mayor represión (1975), se dio a la tarea de poner en práctica un proyecto de creación de un hogar-granja –La Huella– para rescatar a «los niños abandonados por considerar que son los más indefensos de los indefensos», según sus propias palabras. Se creó, entonces, una comunidad basada en valores diferentes a los del modelo económico dominante entonces, con el propósito de «mostrar que se puede vivir en una opción que prescinde de la propiedad privada, estableciéndose el mecanismo económico de propiedad comunitaria».
Decía Perico: «No les podíamos decir a los niños en la calle que tenían que esperar a que cambiaran las estructuras. Era una eterna discusión de la izquierda: o cambiar primero las estructuras para que cambie el hombre, o cambiar primero el corazón del hombre para que cambien las estructuras. Nosotros decíamos: ni una cosa ni la otra; las dos a la vez».
Como puede apreciarse, esta sencilla reflexión tiene una particular vigencia hoy, cuando entramos en el segundo decenio del siglo XXI, y el segundo gobierno del Frente Amplio profundiza las políticas sociales implementadas durante el primero. En ese sentido, vale la pena resaltar que el proyecto de La Huella evitaba caer en el clásico asistencialismo: «llenarse de niños y olvidarse de todo lo demás». Pensaba Perico que eso significaba hacerle el juego al sistema, porque «los regímenes autoritarios de entonces veían con muy buenos ojos las obras de caridad ya que evitaban destinar recursos a acciones sociales y distraían la atención de los problemas clave». Pero al mismo tiempo, «tampoco queríamos entramparnos en la pura militancia política. Muchos de los jóvenes de los grupos con los que yo trabajaba estaban en una posición muy radical y creían que había que postergar la solución de los problemasinmediatos para después».
También es preciso recordar toda la lucha de Perico a favor de los derechos humanos y contra los atropellos de la dictadura, su compromiso con los familiares de los desaparecidos, sus viajes al exterior para denunciar la sevicia, el ayuno de 1983 junto a otros religiosos, sus artículos en la revista La Plaza.
Y finalmente, destaquemos su inquebrantable compromiso con la ética en todas las actividades humanas, y fundamentalmente, en el quehacer político.
Como pocos, Perico vivió y actuó en un todo de acuerdo con los principios e ideales del más auténtico cristianismo.

110122 – Prensa, Brecha – Perico, La ruta del explorador. Escrito por: Mariana Contreras

 

“Y su huella no será barrida para alumbrar un nuevo fuego. Su ceniza abrigará siempre un trasfoguero que guardará la continuidad, que transformará otras ramas en nueva llama y nueva vida.” «La ceniza”, en Carnet de Ruta*

Es un librito de unos quince por diez centímetros. En su cubierta verde y blanca hay apenas garabateada una mochila, y las letras grandes del título –Carnet de Ruta– dejan en un muy segundo plano el nombre de su autor: Luis Pérez Aguirre.

La obra lleva por subtítulo “Meditaciones para la mochila”, y desde su introducción el sacerdote invita a la aventura, y aclara: “no tendrá valor mientras quede sobre la mesa. Es para ser puesto en la mochila y partir. Es para ser leído después de una larga marcha, bajo el sol ardiente o a la luz del fogón, en la carpa cuando la lluvia nos impide otra actividad o en el refugio en plena montaña… No es una novela, no es una recopilación de frases lindas, es el fruto de una experiencia y ella quedará incomprendida e intransferible para quien a su tiempo no tenga la audacia de vivirla”.

En este libro Perico habló del fuego y del compañero; del silencio, del cansancio, de la ceniza y el árbol. Dedicó sus palabras al sol, a la noche y a los senderos; al campamento, la mochila y la montaña. Pensó en el refugio y en la flor. Dio sentido a la piedra.

Cada breve lectura, cada “nota”, como él mismo las definió, parte de su propia exploración, son sus descubrimientos, los hallazgos y deslumbramientos del hombre joven que a los 27 años, cuando publicó el libro, ya había escalado y atravesado a pie la Cordillera de los Andes (tenía 15 años), que pilotó aviones, que recorrió la pampa y la Patagonia y tantos rincones de Uruguay. Son sus apuntes “juntados a lo largo de mil caminos, mil momentos de silencio, reflexión y diálogo con compañeros junto al fogón o en los altos de la marcha”; en su ruta de amante de la naturaleza compartida generosamente con los demás.

Claro que en cada texto hay profundas reflexiones cristianas (y al final de cada uno se enumeran pasajes bíblicos que refieren al tema en cuestión); sin embargo, no expulsan de la lectura a quien no comparte las creencias: “La naturaleza, si somos capaces de descubrirla, es una escuela. Escuela de salud, de carácter, de inteligencia, de arte y de espiritualidad”, convoca desde la introducción, y ese es un mensaje abierto a todos. La obra fue una de sus primeras publicaciones, en ese año emblema que es 1968, y salvo una edición argentina de 1985, no ha vuelto a imprimirse. Es verdad, quizá el Carnet… no sea uno de sus escritos más (re)conocidos. No es un manifiesto político, no es una denuncia sobre violaciones a los derechos humanos, no es una crítica a la Iglesia Católica de la que formó parte. Pero pocas cosas son capaces de dar tantas pistas del interior de una persona para que aflore su capacidad contemplativa ante la naturaleza y sus detalles. Eso, si falta hiciera, es este libro. Para llegar a él no hay que rastrearlo en las librerías ni en las bibliotecas. No está, y por eso puede entenderse por qué aquella mañana en Tristán Narvaja, cuando el enésimo librero visitado por fin sacó del estante ¡dos! ejemplares de hojas amarillentas, la alegría dio rienda suelta. Y sin embargo, quien piense que es letra muerta está equivocado.

El Carnet de Ruta ha sabido circular todos estos años en fotocopias que reproducen fragmentos, en lecturas en voz alta alrededor del fuego de los scouts y otros movimientos de jóvenes. De hecho, las páginas de Internet de estos movimientos son las que albergan fragmentos de la obra y es entre los Castores o los scouts uruguayos (Pérez Aguirre sostuvo fuertes vínculos con ambos) donde la obra no es una rara avis sino que lleva décadas siendo una de esas “cosas de la mochila” que, como él mismo dijo en su libro, “forman parte de nuestra existencia”.

 * Carnet de Ruta. Meditaciones para la mochila, Ediciones Apoce, Montevideo, 1968. Publicado el Viernes 21 de Enero de 2011