Ya armé el el arbolito de navidad en el lugar de costumbre, y esta vez lo decoré con lo que tenía a mano. No se
imaginan lo diferente que quedó, si comparado con los árboles que vemos en la televisión o en los negocios que en esta época venden felicidad y solidaridad en cómodas cuotas mensuales.
La verdad es que no disponía de una estrella para ponerla en la puntita del árbol, ni las lucecitas para colgarlas en las ramas del pino sintético, ni siquiera un poquito de nieve artificial para rociar todo el arbolito, por eso me conformé con lo único que tenía.
De adornos, colgué algunos gritos de dolor en todos los idiomas,